UNA TRAGEDIA ARGENTINA
Viernes 2 de octubre a las 21:30 hs se presentará la obra de teatro de Daniel Dalmaroni con dirección de Lito Senkman Actúan: Raúl Kreig, Silvana Montemurri, Raúl Eusebi, Vanina Monasterolo y Lucas Ranzani Grupo Comedia de la Universidad Nacional del Litoral Entradas$15
La obra fue estrenada el 9 de noviembre del año pasado en Santa Fe, en la quinta edición del Argentino de Teatro que organiza cada año la Universidad Nacional del Litoral (UNL), que convocó al Paranaense Lito Senkman para que dirija a su elenco.
“Se desarrolló todo muy bien, porque cuando se estrenó tuvo repercusión en la crítica de Rosario y Buenos Aires, ya que al Argentino de Teatro va gente de todos lados. Y desde el estreno hemos hecho funciones a sala llena en la Sala Carlos Maggi”, expresó Senkman, quien convocó al actor paranaense Raúl Eusebi para completar el elenco compuesto por Raúl Kreig, Silvana Montemurri, Lucas Ranzani y Vanina Monasterolo.
La historia gira en torno a una familia tan típica que da miedo, con un humor tan negro que duele.
El dueño de casa descubre que su hermano, un solterón empedernido, está mirando “el culo de Susana”, su esposa. Los hijos también serán de la partida a la hora de traer algunas “novedades” a la trama: el muchacho se confiesa gay y la chica pone a la luz un embarazo de seis meses. Desde el comienzo de la historia se van abriendo ventanitas que revela que esa familia de clase media conforma una truculenta corte de los milagros.
“Elegí minuciosamente a los actores, debo decir que gracias a ellos la obra salió como salió. El autor estuvo presente en el estreno y nos expresó que le gusto mucho. Porque cada personaje es un mundo, y nuestra idea fue mostrar el humor negro de forma sutil, sin actuaciones desaforadas”, añadió.
La puesta de Senkman propone un juego con el espacio, ya que la historia se desarrolla en una pequeña cocina, donde los personajes están hacinados, donde el ambiente –y otras cosas- pueden cortarse con un cuchillo.
“Es un espacio muy reducido, en el que el padre, los hijos, la madre, el tío conviven entre la heladera, la mesada, la cocina. La elección de ese espacio reducido fue acertada, ya que resalta mucho más lo grotesco, lo salvaje, el ‘no te metas’, el ‘hacé la vista gorda’. Los personajes se lastiman entre sí con los instrumentos de la cocina, pero se piden perdón todo el tiempo. Es una metáfora de lo que pasa en la vida actual, y las familias disfuncionales”, explicó el director.
Senkman destaca la impronta sutil, un registro que tiende a naturalizar lo horrendo, lo inverosímil pero, a la vez, exponer este hecho que se da en la vida cotidiana. “No queremos justificar lo horrible, pero sino mostrar como la sociedad cada día se acostumbra más a eso. Por eso buscamos actuaciones lo más creíble como sea posible, alejarnos de lo grotesco”, concluyó.
“Se desarrolló todo muy bien, porque cuando se estrenó tuvo repercusión en la crítica de Rosario y Buenos Aires, ya que al Argentino de Teatro va gente de todos lados. Y desde el estreno hemos hecho funciones a sala llena en la Sala Carlos Maggi”, expresó Senkman, quien convocó al actor paranaense Raúl Eusebi para completar el elenco compuesto por Raúl Kreig, Silvana Montemurri, Lucas Ranzani y Vanina Monasterolo.
La historia gira en torno a una familia tan típica que da miedo, con un humor tan negro que duele.
El dueño de casa descubre que su hermano, un solterón empedernido, está mirando “el culo de Susana”, su esposa. Los hijos también serán de la partida a la hora de traer algunas “novedades” a la trama: el muchacho se confiesa gay y la chica pone a la luz un embarazo de seis meses. Desde el comienzo de la historia se van abriendo ventanitas que revela que esa familia de clase media conforma una truculenta corte de los milagros.
“Elegí minuciosamente a los actores, debo decir que gracias a ellos la obra salió como salió. El autor estuvo presente en el estreno y nos expresó que le gusto mucho. Porque cada personaje es un mundo, y nuestra idea fue mostrar el humor negro de forma sutil, sin actuaciones desaforadas”, añadió.
La puesta de Senkman propone un juego con el espacio, ya que la historia se desarrolla en una pequeña cocina, donde los personajes están hacinados, donde el ambiente –y otras cosas- pueden cortarse con un cuchillo.
“Es un espacio muy reducido, en el que el padre, los hijos, la madre, el tío conviven entre la heladera, la mesada, la cocina. La elección de ese espacio reducido fue acertada, ya que resalta mucho más lo grotesco, lo salvaje, el ‘no te metas’, el ‘hacé la vista gorda’. Los personajes se lastiman entre sí con los instrumentos de la cocina, pero se piden perdón todo el tiempo. Es una metáfora de lo que pasa en la vida actual, y las familias disfuncionales”, explicó el director.
Senkman destaca la impronta sutil, un registro que tiende a naturalizar lo horrendo, lo inverosímil pero, a la vez, exponer este hecho que se da en la vida cotidiana. “No queremos justificar lo horrible, pero sino mostrar como la sociedad cada día se acostumbra más a eso. Por eso buscamos actuaciones lo más creíble como sea posible, alejarnos de lo grotesco”, concluyó.